Como una planta emergiendo sobre el duro suelo asfáltico, expandiendo sus raíces a través de el, así el camino del crecimiento personal se presenta ante nosotros como una invitación a romper para crecer.
La palabra «romper» fue muy importante para mí durante 2017; la tenía muy presente, ya que englobaba el significado de lo que estaba viviendo en ese entonces. Para dar un breve contexto, estaba en Argentina en un intercambio cultural de un año junto con otras personas, sobre todo jóvenes, de diferentes países. El eje central de este intercambio no solo era trabajar y estudiar, sino que casi todo estaba enfocado en el desarrollo de la espiritualidad y el crecimiento personal.
En este contexto tan abundante de perspectivas, culturas, costumbres, hábitos, saberes, experiencias y vivencias personales poco a poco un tejido mío fue rompiéndose para hacer paso a nuevas maneras de ver a los demás, pero también formas nuevas de ser, pensar y sentir. Esto porque para conocer y aprender cosas distintas a mí, tenia que hacer espacio, vaciar un poquito la carga interna para poder experimentar y comprender lo nuevo.
Todas estas experiencia me han llevado a creer que el acto de cambiar conlleva inevitablemente dejar ir otra cosa, por eso es complicado. Muchas veces implica, por ejemplo, despedirse de rasgos de nuestra personalidad con la que hemos vivido toda nuestra vida y con la que nos hemos identificado todo este tiempo.
Todo este proceso implica valentía, por supuesto, y compromiso, significa hacer un espacio para permitir que lo nuevo entre. Pero pocas cosas son tan satisfactorias como permitirnos experimentar y cambiar, solo así crecemos y nos conocemos verdaderamente.
Por cierto… ¿Te has preguntado alguna vez qué rasgos de tu personalidad podrías soltar para permitir que nuevas oportunidades entren en tu vida?